sábado, 31 de octubre de 2015

Cartas a Evan

Hola Evan.

Supe que tuviste un accidente, tomaré el primer vuelo a Madrid para visitarte. Espero que estés bien. Ah! Y, no creas que olvide contestar tu última carta solo no supe qué decir.

Evan en retrospectiva, siempre fui lo que alguien más quiso o trabajé por lograr aquello que alguien me dijo que podría hacer. En el fondo sabía que aquellas cosas no me apasionaban, en las madrugadas me encontraba leyendo sobre arte y manualidades, repostería y música. Tal vez dirás – ¿pero de qué estás hablando? Tú no eres así. Creo que tal vez me aterraba el hecho de equivocarme y perder a las personas que amo. Uno de mis maestros dijo que “el engaño crea distorsión y a veces conformismo”. Tenía toda la razón.

Sin embargo amo la vida que ahora tengo, no es la que siempre quise pero no todo es como se espera o desea…

¿Recuerdas cuando solía ser una fotógrafa clandestina? He vuelto a serlo y me encanta. Siento que soy más joven y que cada fotografía cuenta una historia, que la música narra mi camino y que los libros me transportan a otra realidad, una fantástica realidad.

Las noches en que gimo al vacío esperando ser víctima del placer ya no están solo en mi imaginación. ¡Finalmente conocí a alguien Evan! Él me desea, se siente a gusto con mi personalidad y no le apena estar conmigo aun en mis momentos más locos en los que ya muchos hubiesen huido sin dejar rastros.

El secreto no es ser perfecto para nadie, ni siquiera para ti mismo, el secreto en realidad es que no hay secreto o perfección alguna. Cada uno de nosotros tiene su propia fórmula para la felicidad, en ocasiones dicha fórmula incluye errores para enseñarnos a levantarnos y seguir adelante sin importar el pasado.

Pronto empezaré un proyecto, espero que puedas verlo sin que la distancia o el clima represente algún problema para nosotros.

Nos veremos pronto.

Con cariño, Eliana.






miércoles, 28 de octubre de 2015

48 horas

Ira, pura e innegable ira. Esa sensación que te hace actuar de una manera malvada, las pequeñas cosas ya no te importan, las palabras están de más; el oxígeno y la gravedad son lo único que te mantienen en el mundo.

En mi cabeza todo se siente como fuertes golpes al tiempo que atravieso una marea agitada, no sé cómo sobrevivo, no sé si me siento viva. Siento miedo, nauseas, adrenalina, tristeza pero más que todo ira. 

¡Idiota! ¡Imbécil! ¡Maldita sea, cállate! ¡Ya para de hablar! –Grité como si él pudiese escucharme, ojala si pudiera, lo único que nos comunicaba era un teléfono– Estar tan lejos se ha convertido en un molestia, he llegado a imaginarme sin él, pero luego vuelvo a caer como sumisa a sus pies.

“Tal vez me entregué a la persona equivocada, tal vez doy más de lo que alguna vez recibiré”

Le quitaría las comillas si fuese algo que yo diría pero sería darme mucho crédito, yo no soy la mujer más detallista, ni la más femenina, tampoco la más atenta. Aún cuando lo fui recibí tratos peores, entonces ¿para qué esforzarse?

No puedo comprenderlo, él no es predecible, él es… diferente y eso me encanta, pero no sé hasta cuando pueda soportar esto y yo soy de esas personas que cree que las relaciones no tienen que soportarse, no sería algo espontaneo ni placentero. Pero aquello es solo una opinión más en el mundo ¿no?

Lo triste de todo esto es, que yo si soy predecible.

Estamos en continentes distintos y él supo que mis lágrimas estaban por venir, eso hizo que se escondieran, mis lágrimas no salieron, pero lo único que quería hacer era eso, solo llorar, no emitir ningún sonido, solo dejarlas correr y finalmente tratar de dormir.

Maldita sea.

Caminaba a medianoche por el pasillo estando sonámbula, cuando de pronto la voz de mi subconsciente me despertó de golpe. Entonces el papeleo de mi cerebro comenzaba a organizarse y a tener coherencia de nuevo.

Hace unos meses le dije a Kevin que podía sentirme cómoda estando con dos personas a la vez, bajo el mismo techo y en la misma cama. Dos hombres diferentes con una persona en común, yo. Tal vez menos de 48 horas después aquel pensamiento pasó a ser eso, solo un pensamiento.


Me enamoré de todo lo referente a él, sus ojos, sus manos, su sonrisa, su pene, los recuerdos, las experiencias, el sexo y hasta las discusiones que hicieron de lo nuestro una relación más fuerte. Aun después de discutir me preocupaba por él, parecía que a Mick también le preocupaba. Al poco tiempo ya estábamos admitiendo nuestra inmadurez, riéndonos de lo que había pasado e imaginando aquello que nos convierte en seres tan particulares como un oso alvino en el ártico.


No éramos más que perros ladrando.