Es de madrugada y las ojeras en su rostro delatan las noches
que ha pasado en vela.
Se despierta tres o cuatro veces en la noche… a mirar el
pasar de los autos, a ver los edificios hasta que se apague la última luz, a
ver series, películas o lo que sea que le ayude a dormir. Su nombre es Sam, un
hombre que parece tenerlo todo.
Tiene un hermoso loft cerca de la playa, un estupendo
trabajo y un BMW muy bonito. –Domingo por la tarde– se sienta en el balcón
pero no ve nada. Parece estar viendo el Crepúsculo, pero en realidad esta tan
concentrado en lo que piensa que logra visualizarse con ella, en aquella plaza
donde se conocieron aquella noche. –solo un recuerdo. Dijo volviendo en sí,
mientras se alejaba del balcón.
Al día siguiente, Leah tocó a su puerta.
Él va hacia la puerta sin muchos ánimos, pero cuando abre –
¡Hola Sam! Que gusto que sigas aquí. Queda boquiabierto – ¡Que agradable
sorpresa! Pasa, ponte cómoda ¿quieres que te prepare algo? Un café, lo que sea.
–No gracias, estoy bien. Dijo con delicadeza y esbozando una linda sonrisa. –La
más hermosa de todas–. Ella se sienta en el sofá y con los dedos roza su cojín
preferido. –Me encanta éste cojín, para mi es… –especial. –si ¿cómo lo supiste?
–siempre que vienes lo acaricias como a un cachorrito. Ella baja la mirada
escondiendo una sonrisa. – ¿qué te trae por aquí Leah? –Me haces mucha falta
–Oh, que sorpresa. Pensé que me odiabas por completo. – ¡No!... es decir, no,
para nada… yo –suspiró– eres el hombre más complicado que conozco, eres indescifrable.
–Es increíble que me hayas soportado tanto tiempo entonces, tú has sido la
mujer más maravillosa con la que jamás he estado. –me alagas. –sonara grosero
pero ¿a qué vienes exactamente? –Vengo a que me ayudes a recordar – ¿De qué
hablas? –Tengo recuerdos borrosos de lo nuestro. – ¿Qué quieres recordar? –Lo más
importante –Todo es importante. –Amor. Quiero que me cuentes de cómo nos
enamoramos. –Pues, es una historia larga. –tengo tiempo. Él se acomodó en su
asiento y ella se acurrucó con el cojín.
Empezó en diciembre de 2011 cuando mucha gente estaba
convencida de que en 2012 el mundo se acabaría. Recuerdo que tú y yo siempre
discutíamos sobre eso, hasta que un día te invite a dar un paseo en la playa,
era casi madrugada, sin embargo aceptaste. De ahí en adelante comenzamos a desayunar
juntos, luego a ir a fiestas y después a reuniones familiares.
Me besabas… tu besabas increíblemente. Cada vez que podíamos,
viajábamos a cualquier parte del mundo. Yo… recuerdo que al despertar siempre
te hacia a un lado el cabello solo para besar tu cuello. Tú eras mi musa, mi razón de seguir haciendo
lo que hago. Recuerdo que antes de cerrar el trato más importante de mi carrera
estaba muy nervioso, no sabía si lo lograría. Pero tú siempre estuviste para mí,
apoyándome desde la esquina más recóndita del auditorio donde exponía mis
propuestas. Cuando estaba a punto de dar mi discurso y presentía que lo iba a
echar todo a perder tú me decías “¡no olvides tu suéter!” siempre me hacía
sentir un poco más confiado, aunque no sabía exactamente a qué te referías. En
fin, tú eras… yo respiraba por ti, cuando salíamos no me cansaba de
fotografiarte, tú eras mi razón de existir, si por trabajo tenías que marcharte
yo te hubiese esperado meses, ¡años! No puedo olvidar aquel día en que me
besaste hasta quedarme dormido.
Todas estas noches me he despertado nomas que pensando ¿por qué
se fue? Daría cualquier cosa por un minuto más con ella. Y de pronto, henos
aquí.
Ella lloraba como si el mundo de derrumbase a sus pies. Él
se sentó junto a ella, entonces Leah se dejó caer en sus brazos y él la
acobijaba como una madre a su pequeño oso, cerraron los ojos y durmieron juntos
una última vez.
Al siguiente día, ella con el cojín en manos preguntó –
¿puedo llevármelo? –él sin pensarlo respondió. –por supuesto, es tuyo. Ella sonrió
y se marchó.
Había pasado una semana desde que eso pasó, cuando Sam se
encontró con su amigo Viktor. – ¿qué tal, como va todo amigo? –Confuso Vik
–Entiendo… ¿cómo te sientes por lo de Leah? –De qué estás hablando. Viktor se tapó
la boca y abrió los ojos muy sorprendido
– ¿No te lo dijo? – ¡¿decirme qué?! –Ve a esta dirección y es mejor que
te des prisa. Dijo mientras le escribía en una servilleta la dirección. Sam
temblaba, porque conocía a donde lo llevaría esa dirección.
Manejó lo más aprisa que pudo, corrió hasta la habitación
de hospital. Y ahí estaba, sujetando con fuerza el cojín, tenia bordado tres letras… S-A-M. Con lágrimas en el rostro al ver a la chica sin
color en el rostro y sin signos vitales le pregunta a la enfermera entre lágrimas – ¿pero qué
le sucedió? –Estaba muy enferma, le dieron un mes de vida como máximo. Conforme
el tiempo iba pasando el dolor iba aumentando exponencialmente, entonces decidió
que la pusieran "a dormir". –comprendo. Dijo devastado.
– ¿Cuál es su nombre señor? –Samuel Robin –Esto es para usted. Le entregó un viejo suéter que tenia bordadas mil razones para vivir (ahora todo en su mente estaba claro) y un pequeño sobre. Al abrirlo cayo de rodillas en el suelo sin poder calmar su llanto. La nota decía:
“Gracias Sam, por todo lo que me diste. Por no olvidarte de lo que fuimos y por
no juzgarme cuando nos vimos.
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