sábado, 29 de agosto de 2015

Promesas vacías

Este día comenzó… diría como siempre, pero sería mentirles. Me despedí de mi novio, tome el desayuno e hice una llamada. 

Al colgar el teléfono, una vieja herida volvió a abrirse. Recuerdos de hace unas pocas lunas volvían a mi mente de manera tan vívida que me asustaba. La música es mi mejor escape, por ello recurrí a “Parachutes” de Coldplay. (Otra vez)

Me recosté en mi cama a intentar dialogar con mi subconsciente, pero al parecer mis recuerdos gritaban demasiado fuerte como para poder oírla.

Todo esto surgió a raíz de una “reunión” hace cinco días.

Estaba a punto de emprender un viaje hacia otro país, planeaba quedarme, empezar de nuevo. –Soy joven, puedo hacerlo pensé–. La respuesta de mi familia fue – ¿es que acaso tu nos odias? –que egoísta eres –solo piensas en ti –no te falta nada ¿o sí? –fuiste una buena niña, pero estas a punto de arruinar tu vida.

Yo solo me preguntaba – ¿es que acaso ser mayor de edad ya no cuenta? En el momento en que mi madre anuló mi boleto de avión me di cuenta. Como toda una chica “madura” pase el resto de la noche entre lágrimas, recibiendo gritos y sintiéndome despreciable. Cuando finalmente pensé en dormir un poco, me dolía la mandíbula, la cabeza, sentía que mis parpados estaban a punto de sangrar. Nada de esto tenia importancia en el mundo real, pero cambiaba todo en mi mundo.

Las promesas que hice, las citas que tuve que cancelar, el trabajo de perdí, la cama que dejé vacía, las expectativas que asesiné súbitamente… ya no sabía si yo era la egoísta ¿era yo la mala en todo esto? No lo sé, pero así me sentía.

Patético lo sé, pero ya me hacia la idea de vivir en otro lugar, de trabajar como cualquiera.

Fue entonces cuando las personas que esperaban algo distinto de mi me decían –es tu decisión –no te preocupes por el dinero. –si puedes.

Cualquier decisión que tomara iba a decepcionar a alguien. A mi novio o a mi madre, a mis abuelos o a mi hermana de otra madre. Una noche me di cuenta de que no estoy preparada para dejar lo que tengo aquí, a todos los amo, pero ellos tienen sus vidas y yo la mía, independientemente de lo que yo haga ellos seguirán, con o sin mí. –Eres débil– Puede que lo sea pero ahora que tengo tiempo, no quiero desperdiciarlo.

–Tal vez te aburra verme mirando las nubes mientras imagino que somos infinitos.

–No lo creo.

Algo estaba roto en mí esa noche, casi pude sentir como mi alma dejaba mi cuerpo. Pero abrí los ojos rápidamente como diciendo. – ¡espera! Si puedo hacerlo, saldré de aquí, tal vez no hoy ni mañana pero lo haré. (Eco)


Esa sensación sigue dentro de mí, pero eso no me detendrá. Somos fuertes, solo hay que descubrir aquello que nos molesta y superarlo, ver más allá de nosotros mismos.







martes, 4 de agosto de 2015

No olvides el suéter!

Es de madrugada y las ojeras en su rostro delatan las noches que ha pasado en vela.

Se despierta tres o cuatro veces en la noche… a mirar el pasar de los autos, a ver los edificios hasta que se apague la última luz, a ver series, películas o lo que sea que le ayude a dormir. Su nombre es Sam, un hombre que parece tenerlo todo.

Tiene un hermoso loft cerca de la playa, un estupendo trabajo y un BMW muy bonito. –Domingo por la tarde– se sienta en el balcón pero no ve nada. Parece estar viendo el Crepúsculo, pero en realidad esta tan concentrado en lo que piensa que logra visualizarse con ella, en aquella plaza donde se conocieron aquella noche. –solo un recuerdo. Dijo volviendo en sí, mientras se alejaba del balcón.

Al día siguiente, Leah tocó a su puerta.

Él va hacia la puerta sin muchos ánimos, pero cuando abre – ¡Hola Sam! Que gusto que sigas aquí. Queda boquiabierto – ¡Que agradable sorpresa! Pasa, ponte cómoda ¿quieres que te prepare algo? Un café, lo que sea. –No gracias, estoy bien. Dijo con delicadeza y esbozando una linda sonrisa. –La más hermosa de todas–. Ella se sienta en el sofá y con los dedos roza su cojín preferido. –Me encanta éste cojín, para mi es… –especial. –si ¿cómo lo supiste? –siempre que vienes lo acaricias como a un cachorrito. Ella baja la mirada escondiendo una sonrisa. – ¿qué te trae por aquí Leah? –Me haces mucha falta –Oh, que sorpresa. Pensé que me odiabas por completo. – ¡No!... es decir, no, para nada… yo –suspiró– eres el hombre más complicado que conozco, eres indescifrable. –Es increíble que me hayas soportado tanto tiempo entonces, tú has sido la mujer más maravillosa con la que jamás he estado. –me alagas. –sonara grosero pero ¿a qué vienes exactamente? –Vengo a que me ayudes a recordar – ¿De qué hablas? –Tengo recuerdos borrosos de lo nuestro. – ¿Qué quieres recordar? –Lo más importante –Todo es importante. –Amor. Quiero que me cuentes de cómo nos enamoramos. –Pues, es una historia larga. –tengo tiempo. Él se acomodó en su asiento y ella se acurrucó con el cojín.

Empezó en diciembre de 2011 cuando mucha gente estaba convencida de que en 2012 el mundo se acabaría. Recuerdo que tú y yo siempre discutíamos sobre eso, hasta que un día te invite a dar un paseo en la playa, era casi madrugada, sin embargo aceptaste. De ahí en adelante comenzamos a desayunar juntos, luego a ir a fiestas y después a reuniones familiares.

Me besabas… tu besabas increíblemente. Cada vez que podíamos, viajábamos a cualquier parte del mundo. Yo… recuerdo que al despertar siempre te hacia a un lado el cabello solo para besar tu cuello.  Tú eras mi musa, mi razón de seguir haciendo lo que hago. Recuerdo que antes de cerrar el trato más importante de mi carrera estaba muy nervioso, no sabía si lo lograría. Pero tú siempre estuviste para mí, apoyándome desde la esquina más recóndita del auditorio donde exponía mis propuestas. Cuando estaba a punto de dar mi discurso y presentía que lo iba a echar todo a perder tú me decías “¡no olvides tu suéter!” siempre me hacía sentir un poco más confiado, aunque no sabía exactamente a qué te referías. En fin, tú eras… yo respiraba por ti, cuando salíamos no me cansaba de fotografiarte, tú eras mi razón de existir, si por trabajo tenías que marcharte yo te hubiese esperado meses, ¡años! No puedo olvidar aquel día en que me besaste hasta quedarme dormido.

Todas estas noches me he despertado nomas que pensando ¿por qué se fue? Daría cualquier cosa por un minuto más con ella. Y de pronto, henos aquí.

Ella lloraba como si el mundo de derrumbase a sus pies. Él se sentó junto a ella, entonces Leah se dejó caer en sus brazos y él la acobijaba como una madre a su pequeño oso, cerraron los ojos y durmieron juntos una última vez.

Al siguiente día, ella con el cojín en manos preguntó – ¿puedo llevármelo? –él sin pensarlo respondió. –por supuesto, es tuyo. Ella sonrió y se marchó.

Había pasado una semana desde que eso pasó, cuando Sam se encontró con su amigo Viktor. – ¿qué tal, como va todo amigo? –Confuso Vik –Entiendo… ¿cómo te sientes por lo de Leah? –De qué estás hablando. Viktor se tapó la boca y abrió los ojos muy sorprendido  – ¿No te lo dijo? – ¡¿decirme qué?! –Ve a esta dirección y es mejor que te des prisa. Dijo mientras le escribía en una servilleta la dirección. Sam temblaba, porque conocía a donde lo llevaría esa dirección.


Manejó lo más aprisa que pudo, corrió hasta la habitación de hospital. Y ahí estaba, sujetando con fuerza el cojín, tenia bordado tres letras… S-A-M. Con lágrimas en el rostro al ver a la chica sin color en el rostro y sin signos vitales le pregunta a la enfermera entre lágrimas – ¿pero qué le sucedió? –Estaba muy enferma, le dieron un mes de vida como máximo. Conforme el tiempo iba pasando el dolor iba aumentando exponencialmente, entonces decidió que la pusieran "a dormir". –comprendo. Dijo devastado. – ¿Cuál es su nombre señor? –Samuel Robin –Esto es para usted. Le entregó un viejo suéter que tenia bordadas mil razones para vivir (ahora todo en su mente estaba claro) y un pequeño sobre. Al abrirlo cayo de rodillas en el suelo sin poder calmar su llanto. La nota decía: 

“Gracias Sam, por todo lo que me diste. Por no olvidarte de lo que fuimos y por no juzgarme cuando nos vimos.

 Con amor, Leah".



sábado, 1 de agosto de 2015

Robando paisajes

El radio-despertador suena a las 9:45 perfumando la habitación de Susan, con las inocentes melodías de “Build my baby” de Bright Sparks. –cuando la escuchen sabrán de qué hablo–

Antes de llegar al subterráneo Diego le escribe. –no te apures en salir, estoy en el banco. –Se suponía que nos veríamos a las 11:00 ¡y son las 10:34! Pensó unos segundos antes de escribir –está bien, te esperaré en el centro comercial.

Eran 11:30 y Diego aún estaba en el banco. A las 12 Susan estaba a punto de volver a casa, cuando recibió un mensaje. – ¿Dónde estás? – ¿Tu dónde estás?–no me mates L. Eran las 13:00 cuando finalmente se encontraron. –y ahora ¿qué haremos Susan? –Ir al parque. Al llegar se dieron cuenta de que estaba cerrado. No hicieron más que reírse irónicamente.

Caminaron y caminaron hasta entrar a un edificio de arquitectura peculiar. –Esto parece un laberinto. –Veamos a donde nos llevan las puertas y escaleras – ¿estás loca? –tal vez un poco, pero no tenemos nada que perder y aún es temprano. –sí, estás loca. –Para que esto no parezca tan sospechoso comprare un pie de limón – ¿Qué tiene eso de normal? –nada, pero me provocó y el vendedor es muy guapo. –Susan, podemos ir a otro parque. –no, ya estamos aquí.

Comenzaron a subir las escaleras y la puerta a la que se aproximaban escondía mucha luz. Al abrirla vieron lo que parecía un helipuerto –no sé si podamos estar aquí, Diego. –ya estamos aquí. La vista era increíble, ver las calles por las que siempre habían caminado, el tráfico de las 14:00, los negocios, los otros edificios. Una canción era perfecta para ese momento “Roses” de Lunatic Wolf. Ella sacó sus audífonos y le dio uno a Diego –Solo escucha, siente el momento.

El viento se llevaba sus preocupaciones y la música realzaba su juventud. Tras un largo suspiro fueron a otro edificio en busca de más paisajes, pero algo salió mal. –Diego, no puedo abrir la puerta –te dije que era mejor irnos en el ascensor – ¡no me dijiste nada! Siguieron subiendo las escaleras con la esperanza de que alguna puerta se pudiera abrir desde afuera. Sin darse cuenta llegaron al piso 12. La vista era fantástica. – ¿sabes? Me imagino que no está permitido estar aquí, asi que teóricamente cada foto que tomamos es robada. Sin alejarse de la lente de  la cámara ella responde –entonces nadie debe saber esto, de lo contrario tendré que matarte. Dice esbozando una sonrisa forzada. Diego traga saliva y mira el suelo. –Bajemos ¿sí? El personal de seguridad los estaba esperando y los llevaron abajo para interrogarlos. Se hicieron pasar por una pareja bohemia que solo quería ir al último piso a ver la ciudad desde lo alto. Parecieron no creerles, sin embargo los dejaron ir.

Salieron de ahí rápidamente – ¿te animas a ir a otro? –se te subió la adrenalina porque nos detuvieron ¿cierto Susan? –es probable. –está bien, pero pensémoslo mejor antes de hacerlo. Tras caminar unas trece cuadras en busca del edificio ideal, terminaron sentándose a hablar en una plaza. Las horas pasaban como autos en luz verde. Planeaban su próximo robo. –Tenemos una cámara y muchos edificios a los que podemos entrar –seremos los más viles criminales. Ambos soltaron una carcajada. – ¡oh dios mío es tarde! Tengo que irme Diego. –Yo también, hablemos mientras caminamos de vuelta al subterráneo. –claro. Por primera vez en toda la tarde, se tomaron las manos y no se soltaron hasta que llegó el tren.

Una despedida. – ¡Diego! – ¿sí? – ¿Nuestra misión? –Robar paisajes. Ambos se sonríen y los trenes se ponen en marcha.

Susan muerde su labio pensando en él. Se coloca los audífonos y busca una canción para el momento. Susurra "misión cumplida", al ver las fotos que tomaron.

“Let’s Excavate!” de Bronze – Age Boats