martes, 8 de septiembre de 2015

Deja vu

Después de haberlo abandonado me sentí miserable, miré a través de sus ojos aquel dolor que había causado, el corazón que rompí accidentalmente luego de un ataque de ira. Él no aceptaría una disculpa con palabras, sabía que no lo haría.

Entonces fui a su lugar favorito deseando que él estuviese allí, porque sé que allí va cuando algo malo ha pasado.

Nos miramos el uno al otro, como buscando examinar nuestras almas con la mirada… algo magnifico. Casi podía oír la música… nuestra música.

Al cabo de unas horas de silencio, la noche vino a hacernos compañía. Hacia frio, solo se oían los arboles crujir y las hojas caer con el viento. Tétrico, pero su compañía me tranquilizaba. Podía oír a mi subconsciente con claridad, podía oír nuestras respiraciones.

Levantamos la vista hacia el cielo y me sorprendí al ver todo cubierto de nubes  color gris, a penas con rastros del cielo negro y las estrellas. Hubo un momento en que realmente llegué a creer que el cielo era gris y las nubes negras. Baje la vista para no aterrorizarme. Él me miró y ladeó la cabeza. Me abrazó y susurró de manera tan tenue que no estoy muy segura de cómo logre oírlo. Me dijo –no tengas miedo, nada malo va a pasar.

Sin embargo, tenía mis dudas. La melodía imaginaria que casi podía oír se cargaba de suspenso, una melodía como”Sudden Throw” de Olafur Arnalds.

Sentía que la brisa se volvía rasposa, ya no era inocente e inofensiva, era helada y malintencionada. Mi cuerpo se debilitaba cada vez más. Intentaba respirar profundo y calmarme, sin ningún resultado.

En un abrir y cerrar de ojos ya había perdido la noción del tiempo y el espacio. No sabía dónde me encontraba y olvidé mi reloj, mi celular sin batería. No podía distinguir entre realidad y ficción, una sensación de vacío me invade – ¿qué es esto? –se preguntó Ania. – ¿es esto lo que sentiste Damien? … Él sonrió, pero la confusión de la chica solo aumentó.

Despierta sobresaltada de la tina.

Su pareja que la oye desde la otra habitación corre a ver qué sucedió. –¿estás bien Ania? –Damien estas… es decir, estábamos… no estábamos aquí… ¿qué hacemos aquí? ¿Nunca salí de aquí? –no cariño, no has salido de la tina, tal vez te dormiste de nuevo y tuviste una pesadilla. –está bien, tienes razón, tal vez solo estoy exagerando. – no tengas miedo, nada malo va a pasar. – ¡oh por dios! – ¿sucede algo? –deja vu. –tranquila pondré algo de música para que despejes tu mente.


Suena “A Stutter” de Olafur Arnalds.


martes, 1 de septiembre de 2015

Fue divertido

Día 23.

Ser fuerte ya no parece ser suficiente. “¿Tu opinión? ¿Qué es eso?” eso es lo que dice el universo en mi mente.

Por fortuna una excusa para llorar bastará para drenar todas las malas energías. He sido siempre lo que quiero ser –al menos eso creo–. La chica mala, la chica fácil, la rompecorazones, la chica difícil, la chica que quiere complacer a todos, la chica que quiere desobedecerlos a todos.

Quisiera decir que alguien ha visto todas mis facetas… pero ni mis padres me conocen bien. –Lo sé porque no han vivido conmigo gran parte de mi adolescencia. “Tonta puedo ser, pero una soñadora siempre seré”.

De las que siempre sueña con un romance de película, de las que siempre quiere ser la protagonista, la heroína. Y pues, ellas también se equivocan y no dejan de ser magnificas así que ¿Por qué no meter la pata de vez en cuando?

Muchas veces prefiero estar sola que mal acompañada, como dicen por ahí. Me gusta vestirme con camisas de mis bandas favoritas, usar botas y llevar mi cabello con mucho volumen, saludar a desconocidos, ser amable e ignorar a los que no tienen nada bueno para decirme.
No es malo ser diferente y no sentirte parte de un grupo, tal vez solo te llevas bien con una persona de cada grupo y ¡está bien! –Siento que sueno como un libro de autoayuda pero que más da, de algo les servirá–

Ayer subí a mi auto y el camino de casa a la universidad estaba  libre. A las 7:30 la carretera era mía así que puse música y aceleré hasta el máximo –Miento, aceleré hasta los 110 km/h–. No habría podido hacerlo con mi madre de copiloto, o mi abuela, las hubiese matado de un infarto. Afortunadamente, la realidad era otra.

Estacioné, aún faltaban 30 minutos para mi clase así que caminé a un café a unos 100 metros de donde estaba. Entré al baño… vacío y con “Bad Reputation” de fondo. –Contrólate– repetía como un mantra a mis adentros ¡pero no aguanté! comencé a cantar (terriblemente) al espejo. Se terminó la canción, tome mi café y entré a la clase como si nada.



Fue divertido.