miércoles, 20 de diciembre de 2017

Cartas a Evan

Hola Evan, discúlpame por no haber respondido tus cartas antes. Estos últimos 6 meses han tenido muchos altibajos. Me preguntaste si había conseguido lo que buscaba, pero la verdad es que conseguí algo que no sabía que podía encontrar.

Recordé las palabras mágicas de una persona que en silencio guía mi vida. Una persona cuyas palabras quizá di demasiada importancia o aún más probable, nada de importancia.

¿Nunca te has sentido como que todo en tu vida es excelente, tu trabajo, tu familia, tu pareja… incluso tu perro? Bueno, sobre eso aprendí que solo puede significar dos cosas, que a la vez me hace citar mentalmente la creencia de una mujer que en ese momento creí poco positiva y demasiado pragmática.
La cosa número uno, es que si todo parece que está en su lugar es porque algo no estás viendo y la cosa número dos, es que hay algo que nos negamos a aceptar. Ya sea porque nos gusta lo que tenemos o porque nos disgusta pensar que no es lo que parece.

Seguramente con el tiempo añada más números a esa lista, pero por el momento esos son los pilares, y lamentablemente no está en nuestro poder que las cosas con la familia estén siempre bien porque al fin y al cabo una familia no se compone por una sola persona y al todos pensar distinto, siempre habrá una razón para discordar o por el contrario, llegar a un acuerdo sincero. Sin embargo, el trabajo generalmente depende de tu desempeño. Buen desempeño, buenos resultados, mal desempeño malos resultados. El amor por otro lado Evan, es un poco de ambos y de otros aspectos que se añaden a ese sentimiento.

Sabemos que si el sentimiento está ahí entonces los hilos rojos del destino, aunque anudados puedan estar, su camino no podremos separar ¿verdad? Eso quiero pensar.

Hoy sentí algo que se siente pocas veces en la vida y es incluso más latente que un corazón roto, es esa sensación, ese pequeño fuego que mantiene tu cuerpo en movimiento… pensando disruptivamente, no literalmente. Me refiero al alma.

Un corazón roto necesita amor para curarse y aún así no se recupera del todo, las cicatrices quedan ahí para recordarnos lo que hicimos y lo que no. Cuando el alma se quiebra Evan… es como cuando tomas un gran puñado de arena en tu mano y a medida que vas acercándola hacia arriba te das cuenta que ya no queda ni la mitad de arena que creías tener.

La esencia de tu personalidad va desvaneciéndose, no cambiando ni evolucionando, solo muriendo. Los ojos de tu alma no lo ven las cosas ni grises ni de colores, solo una perspectiva muy concreta de un recorrido finito, una estadía temporal en ese hotel que llamamos cuerpo en ese país que llamamos vida.

Gracias por seguir preocupándote por mí, aun cuando pareciera que yo no lo hacía por ti.


PD: encontré un lugar donde ser yo misma no es un pecado. Porque en un lugar donde todo te corrompe nada es lo que esperas que sea.

Con carino, 
Eliana.



martes, 3 de enero de 2017

Dama de compañía

Una noche, a eso de las 2:17 de la madrugada una pareja salía del club nocturno directo a una noche de acciones impuras y placenteras, cuando de pronto se vieron envueltos en un mal momento, en un mal lugar, a una hora incorrecta.

Sykes, un hombre conocido por su silencio iba entrando al club cuando ellos salían. En cuestión de segundos el hombre silencioso había disparado una sola bala y había matado a cinco personas, una tras otra.

 La pareja queda inmóvil.

 La chica ahoga un grito, él se posiciona frente a ella buscando protegerla pero Sykes no está interesado, solo camina hacia ellos para advertirles que se vayan.

Justo en ese instante un hombre corre hacia ellos tres, solo para distraer, solo para confundir al hombre silencioso… y lo logran. El objetivo de Sykes escapa, el hombre que corrió hacia ellos recibió un corte mortal en la garganta, casi quirúrgico.

Ahora la pareja no era la víctima sino testigos.

Klea ve como el hombre silencioso apunta a su novio, ella en su ataque de pánico embiste con todas sus fuerzas al hombre silencioso y grita – ¡Corre! Busca el auto y ve a casa, nos vemos ahí. Su novio se resiste hasta que ve otros autos con vidrios oscuros acercarse. Su novia, muy audaz forcejea insistentemente y logra hacer algo de tiempo para que él escape. –Te amo – ¡Yo también te amo!

Los hombres comienzan a salir de sus autos y Sykes la lleva con él de vuelta al club. Se mezclan con la gente y logran escapar por la puerta de atrás. –Déjame ir, no diré nada. Tú nos salvaste.

Él solo sigue conduciendo, rápido y hacia las calles más oscuras.

Al ver que se aleja cada vez más del club ella comienza perder el control –Mira no te pido gran cosa, solo que detengas el auto, yo caminaré a casa. Tengo que saber si mi novio está bien. Sykes sigue conduciendo.

Al cabo de una hora de camino ella sostiene su teléfono esperando una llamada con lágrimas en sus ojos. Pero ninguna llamada fue hecha la madrugada del primero de marzo.

Llegan a un pequeño edificio de cinco pisos y entran al estacionamiento. Estaba lleno de autos, lanchas, motos de agua… bicicletas. Él sale del auto y ella petrificada parece adherida al asiento del copiloto.

Sykes se aleja unos pasos y voltea ligeramente hacia atrás y ve a la chica, camina unos pasos más y al ver que no hay movimiento, suspira y se dirige al auto de nuevo. La chica tiene la mirada perdida y se ha aislado del exterior, no se percata de la silueta que se acerca a ella y abre su puerta. Ella vuelve a sí misma y deja salir un llanto muy tímido pero desesperado. Caminan hacia el elevador pero ella parecía unida a él por una cadena invisible, estaba forzada por su propio miedo y dependencia hacia él.

Llegan al último piso.

Una cocina, tres baños, un pequeño gimnasio y una habitación, el resto del espacio era un híbrido entre una sala de estar y una sala de investigaciones. Muchas pizarras y computadoras, nada de armas a la vista.

Mirando alrededor pregunta – ¿quién eres? Él la mira con un gesto de burla y saca una botella de agua para cada uno. Bebe un poco y mira de arriba abajo a la chica mientras camina hacia el dormitorio. Ella espera inocentemente una respuesta. Pero no lo recibe, a cambio Sykes le lleva unas pequeñas pijamas y una almohada al sofá. – ¿crees que me quedaré aquí? Estás loco, yo debo ir a--

Las luces se apagan y se oye un portazo desde la habitación.

No le queda mas que una vista nocturna de la ciudad que ha dejado atrás.