domingo, 19 de abril de 2015

Las cartas del cuervo

A penas estaba empezando la noche en el Bar más visitado del vecindario.

Se trataba del bar Lucky Number. Su nombre se debe a que el dueño abrió el bar con el dinero de la lotería que había ganado unas semanas antes de su inauguración.

23:46

La música indie estaba de moda en el sitio, así que se oía “Ho hey” de The Lumineers más allá de las paredes.

Los alaridos de los que bebían y cantaban atrajeron a un hombre de cabello negro y vestimenta oscura. Ojos impenetrables de color glacial. Un asesino a sueldo que iba a menudo por información. Se acerca a la barra y pide un whiskey doble. –Hey! Leo ¿Cómo has estado? Hace semanas que no pasabas por aquí. –lo sé Sam, sabes cómo trabajo, puede tomar horas o días… todo depende del cliente. –Yo te enseñé todo lo que sabes, no me vengas con excusas, soy tu tío y la familia no se olvida. Una horda de hombres con cerveza vieja se acercan con sigilo a Leo. –No todo lo que sé me lo enseñaste tú, tío. –Tienes razón. Sam hace una señal y los hombres vacían el balde sobre Leo. –No te enseñé todo. 

Risas inundan el lugar, incluyendo la de Leo.

Le pasan una toalla y una carta con su próximo trabajo en un sobre. Él agradece por el buen rato y se marcha.

4:18.

Llega a casa a ducharse y deja el sobre en su cama.

Leo no es un asesino a sueldo cualquiera, su modus operandi radica en llenar un libro con frases  y memorias de las personas que pierden la vida en sus manos,de manera rápida y no tan dolorosa como podría ser. Los clientes suelen ser suicidas que han fallado en el intento de quitarse la vida o personas que no quieren que sus familias se sientan culpables del suceso.

El libro contiene acotaciones e historias de manera cronológica y su grosor depende del cliente.

Leo sale de la ducha y mientras se viste lee el sobre. Al terminar la lleva al comedor, donde tiene una pequeña chimenea. La hoja de papel arde hasta reducirse a cenizas.

La carta es del puño y letra de su tío. Él trata de no abrumarse, toma el desayuno y enseguida va a la casa de Sam para su primera visita. Todo para asegurarse de que el contenido de la carta es cierto y sigue en pie. Tras comprobarlo Leo vuelve a casa para comenzar a escribir el libro.

Dos meses y 282 páginas más tarde. Sam está más que confiado de que su sobrino lo conoce mejor que nadie.

Mientras su tío termina el libro, vuelve a su viejo trabajo de francotirador nocturno, matando hombres y mujeres que malgastan su vida en la corrupción y los homicidios por placer. Disparos limpios a la cabeza a personas que nadie recordaría o lloraría. 

Los pocos testigos que lograron ver su silueta lo describían como un cuervo casi imperceptible. –Y acabó por llamarse así–. Él dejaba cartas aterciopeladas sobre sus objetivos con alguna cita que describiera el estilo de vida del cadáver. Una de ellas fue “los que no aprecian la vida, no merecen vivir”.

Esa misma noche fue a casa de su tío y se percató de que el somnífero había surtido efecto. Dio un golpe firme a la yugular y el pulso de Sam desapareció. Sobre él dejó el libro y una carta aterciopelada color bermellón.




“Los héroes mueren siendo honorables pero sus ideales casi siempre son incomprendidos” 



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