Solo
en la mente se puede concebir lo infinito y lo increíble.
Nunca nada es lo que parece, la mente puede hacernos
creer algo diferente a lo que nuestros ojos ven. Puede hacernos creer que matar
está bien, que el amor no existe. Como también nos puede hacer creer que podemos
salvar a alguien y que el amor lo puede todo.
Dicen
que solo unos pocos nacen con un don especial. Y ¿qué hay de aquellos que no
nacimos con ese dichoso don?
¿Nos resta importancia?...
Perdiendo
esperanzas se encuentran emociones que nos llenan el alma, con destellos que
brillan de felicidad y confeti hecho con retazos de sorpresas.
Atrapando
deseos con las manos y volviéndolos realidad, apagar el fuego con una lágrima se vuelve posible.
Toda una metáfora, aunque “a veces hay
que mentir para llegar a la verdad”. Sé que es cierto, pero no quiero
vivir a base de mentiras y ser infeliz con la verdad.
Hay
cosas o situaciones que tal vez deberían quedarse en lo desconocido.
Hace
dos noches, hablé con el hombre más intrigante que he conocido en los últimos
siete meses y la confianza había llegado a tal punto que comenzamos a discutir
por algo personal y todo terminó tan bizarro como empezó.
Él
cantó hasta dormirse. Y como un bebé luego de una rabieta, no sabes cómo, pero
no puedes dejar de amarlo. Sabes que no hay nadie como él, quizá mejores y por
supuesto peores. Pero nunca igual.
Sé
que si algún día lee esto, no sabrá que me refiero a él –aunque sería perfecto,
de ser así– Quiero ser buena para él, pero no basta.
Comienzo a cuestionarme a mí misma.
Una
melodía apocalíptica se oye de fondo “Finding silence” – Circadian eyes. Siento
que caigo y no cesa la sensación.
Como
un mantra repito sin parar –no tengo miedo. Y tal vez no lo tenía, pero como mencioné,
sólo en la mente se puede concebir lo infinito.