Un ruido sin eco y penetrante perturba mi sueño.
Se oía como la detonación de un edificio y un tsunami. No
supe que hacer por unos instantes, todas las personas importantes para mi
estaban lejos, eso facilito las cosas. Quise pensar que estaban seguros, mientras
intentaba salvarme a mí misma.
Aquello de lo que escapaba no tenía rostro, tenía una voz
muy rasposa e imponente, no dude ni un segundo, sabía que no podía mirar atrás.
¿De que escapaba? –No me atreví a mirar–
corría sin descanso tomando lo que me podía servir como arma blanca. Tubos
arrancados del pavimento, señales de tránsito… todo a mi alrededor era
tempestad.
Estaba sola, me sentía sola. Nada más se escuchaba que el
crujir del concreto, vidrios rotos y mi acelerada respiración. Por fin conseguí
refugio caída la noche.
Hace unos días no hubiese creído que mi vida perfecta se
convertiría en miseria de la noche a la mañana. No lo vi venir, no hubo
señales, ¡es absurdo!
Me recuesto bocarriba, viendo al techo intentando relajarme.
Despierto sudando –veo el reloj– no pasa mucho tiempo cuando
aquella criatura arranca el techo como si fuera de papel. Tengo miedo, pero lo
ignoro. Lanzo todo lo que tengo a la mano, haciéndole nomas que cosquillas a la
criatura sin rostro.
Me sujeta el monstruo con sus aterciopeladas garras,
estrangulándome.
Mientras más me acerco su rostro se va revelando. ¿Es eso lo
que quería, mostrarme su rostro?
Frente a frente, me doy cuenta de que su rostro es tan real
como el mío. Ya no puedo respirar.
Despierto. –Pensé que era real, el miedo era real– fue
entonces cuando entendí que el miedo no discrimina, de un día para otro nuestra
cómoda vida puede irse al demonio y viceversa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario