jueves, 7 de agosto de 2014

Buenas noches.


Un ruido sin eco y penetrante perturba mi sueño.

Se oía como la detonación de un edificio y un tsunami. No supe que hacer por unos instantes, todas las personas importantes para mi estaban lejos, eso facilito las cosas. Quise pensar que estaban seguros, mientras intentaba salvarme a mí misma.

Aquello de lo que escapaba no tenía rostro, tenía una voz muy rasposa e imponente, no dude ni un segundo, sabía que no podía mirar atrás. ¿De que escapaba?  –No me atreví a mirar– corría sin descanso tomando lo que me podía servir como arma blanca. Tubos arrancados del pavimento, señales de tránsito… todo a mi alrededor era tempestad.

Estaba sola, me sentía sola. Nada más se escuchaba que el crujir del concreto, vidrios rotos y mi acelerada respiración. Por fin conseguí refugio caída la noche.

Hace unos días no hubiese creído que mi vida perfecta se convertiría en miseria de la noche a la mañana. No lo vi venir, no hubo señales, ¡es absurdo!

Me recuesto bocarriba, viendo al techo intentando relajarme.

Despierto sudando –veo el reloj– no pasa mucho tiempo cuando aquella criatura arranca el techo como si fuera de papel. Tengo miedo, pero lo ignoro. Lanzo todo lo que tengo a la mano, haciéndole nomas que cosquillas a la criatura sin rostro.

Me sujeta el monstruo con sus aterciopeladas garras, estrangulándome.

Mientras más me acerco su rostro se va revelando. ¿Es eso lo que quería, mostrarme su rostro?

Frente a frente, me doy cuenta de que su rostro es tan real como el mío. Ya no puedo respirar.

Despierto. –Pensé que era real, el miedo era real– fue entonces cuando entendí que el miedo no discrimina, de un día para otro nuestra cómoda vida puede irse al demonio y viceversa.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario